El cambio también se tiene que dar en las calles

Luego de más de 200 años de vida republicana, por primera vez en la historia de Colombia, gana un proyecto alternativo.

Gustavo Francisco Petro Urrego, este es el nombre del nuevo jefe de estado que asumirá las riendas de la República de Colombia a partir del 7 de agosto, el actual presidente Iván Duque terminará su mandato con una desaprobación que, según encuestas, ha superado el 70%.

Petro llega a la presidencia de Colombia acompañado de la lideresa ambiental, social, territorial y afrodescendiente Francia Márquez, que desempeñará el cargo de vicepresidenta y a la vez de ministra de Igualdad y de la Mujer, que será una de las primeras novedades del proyecto progresista del Pacto Histórico.

A pesar de que Gustavo Petro es reconocido como ‘izquierdista’ muchos temen a lo infundido en medios tradicionales, pero prometió respetar la propiedad privada, incluso bajo la gravedad juramento ante Notaría firmó la no expropiación, en el primer discurso como presidente electo de Colombia también declaró que se desarrollará el capitalismo e invitó a los opositores y a la población en general al perdón y a trabajar sin odios.

Es la primera vez que llega un proyecto serio con promesas a favor del medio ambiente, la igualdad y la paz, con la fiel fe de que se cumpla con el pacto y que el privilegio de unos pocos se vuelva derecho para todos.

Las formas de ver país deben cambiar para todos, incluso desde la cultura en nuestras calles, llegó el momento de una Colombia nueva, sin botar basura por la ventana de las casas y de los carros, llegó el momento de la cultura en las vías, de soportar la bocina del otro vehículo, llegó el momento de la paz, del poder de la comunicación y del mensaje, de escuchar, de entender la otredad.

Ha llegado el momento de una nueva oportunidad, las formas establecidas no cambian de la noche a la mañana, pero con sabiduría, esperanza y armonía podríamos llegar a tener un lugar donde habitar sin odios e incluso con la ilusión de superarnos como sociedad desde lo lingüístico, lo corporal y la esperanza de abandonar por fin la ‘narcocultura’ que nos ha invadido durante años.

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